Ejemplos de Imágenes Sensoriales

Figuras Retóricas o Literarias → Imágenes Sensoriales

Definición de Imagen Sensorial:

Una imagen sensorial es un recurso estilístico que consiste en transmitir ideas directamente relacionadas con la expresión de los sentidos (vista, gusto, tacto, olfato, sonido).

El objeto de las imágenes sensoriales es activar el plano emocional del lector, creándole en su imaginación una imagen virtual de sensaciones que consiguen aumentar la expresividad. Debemos notar aquí, desde un punto de vista filosófico, la conexión íntima que existe entre los sentidos del cuerpo y las emociones que provocan.

Podemos decir, por lo tanto, que es un recurso "sencillo" para que el autor logre captar la atención del lector y exaltar sus sentimientos.

Fuera de la literatura, es quizá, también, el recurso más es utilizado en política y en publicidad por su eficacia en motivar decisiones y afectos:


Por ejemplo, esta fotografía publicitaria tiene objetivo crear sensaciones placenteras basadas en imágenes sensoriales:

  • Tacto: taza caliente reconfortante (acaba de venir de la calle donde hace frío)
  • Gusto: sorbos de café 
  • Olfato: deleitándose con el aroma
  • Oído: la de la música relajante del anuncio
  • ...
Nota: cuando se mezclan imágenes sensoriales de órganos distintos, estamos ante la figura retórica denominada Sinestesia:
  • En el cénit azul, una caricia rosa (J.R. Jiménez)
  • Y tenía un olor ácido, como a yodo y a limones..
    • Escucho con los ojos a los muertos… 
    Ejemplos de Imágenes Sensoriales:

    Veamos a continuación algunos ejemplos de imagen sensorial en literatura:
    • La suave brisa acariciaba su rostro (tacto)
    • El café desprendía un aroma reconfortante (olfato)
    • Se quedó inmóvil, mirando el horizonte, mientras las últimas luces del atardecer se mezclaron con el negro absoluto (visual)
    • Se bebió un rico zumo de frutas, dulce y fresco (gusto)
    • ...
    No podemos también dejar de mencionar el famoso pasaje de la magdalena en la obra "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust:
    "[...] un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. [...]. Y enseguida, mecánicamente, agobiado por la insulsa jornada y ante la perspectiva de un triste día por venir, llevé hasta mis labios una cucharada de té en la que había dejado ablandar un pedacito de magdalena. Pero en el instante mismo en que el sorbo mezclado con las migas de la torta tocó mi paladar, me estremecí, atento a lo que pasaba de extraordinario en mí. Un placer delicioso me había invadido, aislado, sin la noción de su causa. [...]. 
    Me retrotraigo con el pensamiento al momento en que tomé la primera cucharada de té. Encuentro el mismo estado, sin una claridad nueva. Le pido a mi mente un esfuerzo mayor, traer una vez más la sensación que huye. Y, para que nada interrumpa el impulso con que va a tratar de atraparla, aparto todo obstáculo, toda idea extraña, protejo mis oídos y mi atención contra los ruidos de la habitación vecina. Pero al sentir que mi mente se cansa sin éxito, la obligo al contrario a esa distracción que le negaba, a pensar en otra cosa, a restablecerse antes de una tentativa superior. 
    Luego, por segunda vez, hago el vacío en ella, y le pongo delante el sabor aún reciente de ese primer sorbo, y siento estremecerse en mí algo que se desplaza, que querría elevarse, algo que había soltado el ancla a una gran profundidad; no sé lo que es, pero sube lentamente; siento la resistencia y escucho el rumor de las distancias atravesadas 
    Cierto, lo que así palpita en el fondo de mí, debe ser la imagen, el recuerdo visual, que, ligado a ese sabor, intenta seguirlo hasta mí. Pero se debate demasiado lejos, demasiado confusamente; apenas si percibo el reflejo neutro donde se confunde el inasible torbellino de los colores removidos; pero no puedo distinguir la forma, pedirle, en tanto único intérprete posible, que me traduzca el testimonio de su contemporáneo, de su inseparable compañero, el sabor, pedirle que me enseñe de qué circunstancia particular, de qué época del pasado se trata 
    [...] Y de pronto el recuerdo apareció. Ese gusto era el del trocito de magdalena que el domingo a la mañana en Combray (porque yo no salía hasta la hora de la misa), cuando iba a decirle buen día a su habitación, tía Léonie me daba después de haberlo embebido en su infusión de té o de tilo. La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada antes de haberla probado; quizás porque habiéndolas visto a menudo, desde entonces, sin comerlas, en los estantes de las confiterías, su imagen se había alejado de aquellos días de Combray para ligarse a otros más recientes; quizá porque, de esos recuerdos abandonados tanto tiempo fuera de la memoria, nada sobrevivía, todo se había disuelto; las formas –y también la de la pequeña valva de confitería, tan generosamente sensual bajo su plisado severo y devoto- se habían borrado, o, simplemente, habían perdido la fuerza de expansión que les hubiera permitido volver a la conciencia.  
    Pero, cuando de un antiguo pasado no queda nada, después de la muerte de los seres, después de la destrucción de las cosas, solamente el olor y el sabor, más frágiles pero más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles, continúan aún vivos mucho tiempo, como almas, para recordar, para esperar, para anhelar, sobre las ruinas de todo lo demás, para llevar consigo sin desfallecer, en su gotita casi impalpable, el edificio inmenso del recuerdo.  
    Y cuando reconocí el gusto del pedacito de magdalena mojado en té que me daba mi tía (aunque no supiera todavía y debiera descubrir más adelante por qué ese recuerdo me daba tanta felicidad), enseguida la vieja casa que daba a la calle, donde estaba su habitación, vino como un decorado de teatro a sumarse al pequeño pabellón que daba al jardín, que se había construído para mis padres en la parte de atrás (esa parte separada del resto que era lo único que yo recordaba); y con la casa, la ciudad, desde la mañana hasta la noche y en todos los tiempos, la plaza adonde me mandaban antes de almorzar, las calles por donde iba a hacer los mandados, los caminos que tomaba si hacía buen tiempo.  
    Y, como en ese juego en que los japoneses se entretienen metiendo en un bol de porcelana lleno de agua, pequeños pedacitos de papel hasta ese momento indistintos que, apenas sumergidos, se estiran, se retuercen, se colorean, se diferencian, se convierten en flores, casas, personajes consistentes y reconocibles, lo mismo ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann, y los nenúfares del Vivonne, y las buenas gentes del pueblo y sus casitas y la iglesia y todo Combray y alrededores, todo lo que toma forma y solidez, salió, ciudad y jardines, de mi taza de té." 
    • ...


    ¿Eres capaz de encontrar algún otro ejemplo? Te animamos a compartirlo abajo en los comentarios.


    Aventura de las Figuras Retóricas:

    Nuestro protagonista, Metáforo, se dispone a afrontar numerosos retos que pondrán a prueba sus conocimientos. ¿Le ayudarás a superarlos y lograr la victoria final?

    Prueba 1: La Figura Retórica de Metáfora consiste en...:

    OpcionesTu elección
     ... dar a entender lo contrario de lo que se dice
     ... la relación de semejanza de un término real con otro imaginario 
     ... atribuir cualidades de seres animados a otros inanimados


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