"La marcha de la sal" - Mahatma Gandhi


Gandhi, Mahatma

"La marcha de la sal"
 Discurso de Gandhi el 11 de Marzo de 1930.

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"Pero que no haya ni asomo de alteración del orden público después de que todos nosotros hayamos sido arresta­dos. Hemos resuelto emplear todos nuestros recursos en la prosecución de una lucha exclusivamente No-Violenta. ¡Que nadie cometa una irresponsabilidad en un momento de ira!..."

"Con toda probabilidad éste será el último discurso que os dirija. Aun en el caso de que el Gobierno me permi­tiera emprender la marcha mañana por la mañana, éste será mi último discurso en las orillas sagradas del Sabarmati. Puede que aquí éstas sean las últimas pala­bras de mi vida.

Ayer ya os dije lo que tenía que decir. Hoy me limi­taré a deciros qué debéis hacer después de que mis compañeros y yo seamos arrestados. El programa de la marcha a Jalalpur debe cumplirse tal como fue esta­blecido en un principio. La incorporación de nuevos voluntarios para esta acción debería limitarse sólo a Gujarat. Por lo que he visto y oído durante los últimos 15 días, me inclino a creer que el río de resistentes civi­les seguirá creciendo de forma ininterrumpida.

Pero que no haya ni asomo de alteración del orden público después de que todos nosotros hayamos sido arresta­dos. Hemos resuelto emplear todos nuestros recursos en la prosecución de una lucha exclusivamente no-violenta. Que nadie cometa una irresponsabilidad en un momento de ira.

Ésta es mi esperanza y mi plegaria.

Quisiera que estas palabras llegaran a todos los rinco­nes de la tierra. Que si perezco y si perecen mis com­pañeros, que mi tarea sea terminada. Entonces será el Comité de Trabajo del Partido del Congreso quien os indicará el camino y a vosotros os corresponderá seguir su ejemplo. En tanto llego a Jalapur, no permitáis que se haga nada que contravenga la autoridad que me ha conferido el Partido del Congreso. Pero una vez me arresten, toda la responsabilidad pasará al Partido del Congreso.

Nadie que crea en la no violencia como un credo, tiene por qué quedarse quieto. Mi acuerdo con el Partido del Congreso termina en cuanto me arres­ten. En ese caso, ofreceos voluntarios. Siempre que sea posible debería empezar la desobediencia civil de la sal. Hay tres modos de infringir estas leyes. Es una infracción fabricar la sal allí donde haya instalaciones para hacerlo.

La tenencia y la venta de sal de contra­bando, tanto de sal marina como de sal de roca, es tam­bién una infracción. Quienes compren esa sal comete también delito. Llevarse sal marina de los depósitos que hay en la orilla del mar es asimismo un modo de infringir la ley. Al igual que lo es la venta ambulante de esa sal. En resumen, podéis escoger todos estos recursos o cualquiera de ellos para romper el mono­polio de la sal.

Sin embargo, no debemos conformarnos sólo con esto. El Partido del Congreso no ha impuesto ninguna prohibición y allí donde los trabajadores locales con­fíen en sí mismos se pueden adoptar otras medidas adecuadas. Sólo hago hincapié en una condición, a saber, que se cumpla fielmente nuestro compromiso con la verdad y la no violencia como los únicos medios para la consecución de Swaraj. En cuanto al resto, todos tenéis carta blanca.

Pero, eso no os autoriza a todos sin excepción a seguir adelante bajo vuestra propia res­ponsabilidad. En cualquier lugar donde haya dirigen­tes locales, el pueblo debe obedecer sus órdenes. Allí donde no los haya y sólo se encuentre un puñado de hombres que tienen fe en el programa, pueden hacer lo que esté en su mano, si tienen la suficiente fe en sí mismos.

Tienen el derecho, mejor dicho, es su deber hacerlo así. La historia de la India está llena de hom­bres que se alzan hasta el liderazgo, por la pura fuer­za de la confianza que tienen en sí mismos, la valen­tía y la tenacidad. Nosotros también, si sinceramente aspiramos a la Swaraj y nos sentimos impacientes por alcanzarla, deberíamos tener una confianza similar en nosotros mismos. Nuestras filas se engrosarán y nues­tros corazones se fortalecerán a medida que aumen­te el número de los nuestros que son arrestados por el Gobierno.

Mucho es lo que cabe hacerse de otras maneras ade­más de éstas. Los licores y los vestidos extranjeros pue­den ser objeto de la acción de piquetes. Podemos negarnos a pagar impuestos si tenemos la fuerza nece­saria. Los abogados pueden darnos asistencia jurídica. El público puede boicotear los tribunales de justicia absteniéndose de entablar pleito.

Los funcionarios del Gobierno pueden renunciar a sus puestos. En medio de la desesperación que impera por todas partes, hay quienes aún tiemblan de miedo por si pierden su empleo. Estos hombres no son aptos para la Swaraj. ¿Pero por qué tanta desesperación? El número de fun­cionarios gubernamentales en el país no pasa de unos pocos cientos de miles. ¿Y el resto? ¿Adonde van?

Ni tan sólo una India libre podrá dar cabida a un número mayor de funcionarios públicos. Un recaudador de impuestos, por ejemplo, no va a necesitar de toda la serie de criados que hoy tiene. Él será su propio siervo.

Nuestros millones de compatriotas que mueren de hambre no se pueden permitir de ningún modo este enorme gasto. Si, por tanto, somos lo bastante sensibles, despidámonos del empleo del Gobierno sin que impor­te si se trata de un puesto de juez o de peón.

Que todos los que cooperan de un modo u otro con el Gobierno, sea pagando impuestos o enviando a sus hijos a las escuelas oficiales, etc., que todos pongan fin a su coo­peración con toda la intensidad y energía como les sea posible. Luego están las mujeres que pueden ir hom­bro con hombro junto a los hombres en esta lucha.

Podéis considerarlo como mi voluntad. Éste era el mensaje que quería transmitiros antes de empezar la marcha o el camino hacia la prisión.

Quiero que no se suspenda ni se abandone el combate que empezará mañana a primera hora o quizá más temprano aún, en el caso de que me arresten antes de ese momento. En cuanto mi grupo sea arrestado, aguardaré con entu­siasmo la noticia de que diez grupos están ya prepa­rados.

Creo que hay hombres en la India que pueden terminar esta tarea nuestra que he empezado. Tengo fe en la justicia de nuestra causa y en la pureza de nues­tras armas. Y allí donde los medios son limpios, allí está sin duda Dios con su bendición. Y allí donde estas tres cosas se combinan, la derrota es algo imposible.

Un Satyagrahi, esté libre o en prisión, siempre se alza victorio­so. Sólo se le vence cuando renuncia a la verdad y a la no violencia, y hace oídos sordos a la voz de su interior. Si, por tanto, aun para un Satyagrahi existe algo como la derrota, sólo él tiene la culpa.

Que Dios os bendiga a todos y que aparte los obstáculos y los escollos del cami­no en la lucha que comienza mañana."


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